Por Juan Iramain. En pocas semanas, el piloto argentino pasó del anonimato a convertirse en una celebridad querida y admirada por muchos, con el apoyo de varios sponsors. Un caso interesante de construcción de marca personal.
One of us. Hay alguna desproporción entre la irrelevancia de la Argentina en el concierto internacional y de lo que son capaces de hacer sus deportistas. Al tricampeonato de la albiceleste se le suma la enormidad de que Messi y Maradona sean argentinos. En rugby, los Pumas ahora les ganan a los mejores del mundo. Las Leonas con frecuencia pelean los primeros puestos en hockey femenino. En polo, no hay quien nos haga sombra. En tenis, nuestra historia está plagada de trofeos. Y los expertos dicen que, en automovilismo, Fangio se erige todavía como el mejor de todos los tiempos. Dejando aparte de que Dios sea argentino, hay cosas que no tienen explicación.
Ahora, Colapinto. El chico recién empieza —hasta hace pocas semanas corría en Fórmula 2— pero ya cosecha elogios en los medios y las redes como si estuviéramos ante un gigante del deporte. Uno de verdad. Con casi dos millones y medio de seguidores en Instagram y más de medio millón en X, el joven piloto genera entusiasmo a pesar de que apenas está dando sus primeros pasos en la Fórmula 1. Los sponsors, además, se multiplican: a Globant, que lo acompaña desde hace tiempo, se le suman YPF, Quilmes, FlyBondi, Ripio, Bizarrap, Green Armor, GMC Securities, Visit Argentina y Celulosa Argentina, entre otras marcas. Y hace poco, con bombos y platillos, Mercado Libre. Acá hay algo.
Cada ser humano que simpatiza con Franco tendrá sus razones del corazón que la razón no entiende y cada marca que apuesta por él tendrá también sus motivos. Acá, algunas posibles claves que ayudan a dimensionar el fenómeno:
Historia de esfuerzo y superación. A los 10 años ya corría en karting en campeonatos nacionales y a los 13 se medía contra competidores de otros países. Después… España, Nueva Zelanda e Italia, subiendo de categoría, a veces con triunfos y muchas otras con derrotas. Todo, a la vez que seguía con el colegio. Afán, ahínco, ánimo: todo con “a”, haciendo juego con lo que sigue.
Autenticidad. Pasa en la política, pasa en el mundo del arte, pasa en los deportes: mostrarse espontáneo, sin acartonamientos, garpa. Hasta circulan videos en los que Franco canta y hace chistes mientras maneja a 300 kms. por hora. Contribuyen a construir el personaje, aunque sean fake. También se hunde en el silencio cuando el cuerpo no responde después de una carrera extenuante. Todo eso lo humaniza y lo hace querible. Suma.
Apertura. Colapinto sube a Instagram posteos estructurados, claramente acordados con algunos de sus sponsors (recomendación: modificar el formato), y de los otros, los que parecen hechos según su gusto, compartiendo su alegría por lo que está viviendo en el glamoroso mundo de la F1. Sin abusar, se muestra. Medio millón de likes en promedio. Nada mal. Ahora parece que todo quedará en manos de un community manager para enfocarse sólo en las pistas. Razonable.
Argentinidad. Inconfundible acento porteño. Y match con el estereotipo del chico canchero y seductor. Cuando una periodista le hace una pregunta, le responde: “Gracias por hacerme una nota, tenía muchas ganas de que me hagas una nota vos. Me contaron que sos muy divertida, muy graciosa…”. Parte del periodismo celebra que Franco sea “rápido”. Say no more, diría Charly.
Audacia. Algún grado de rebeldía siempre suma para cosechar adhesiones. Maradona se cansaba de romper reglas. Messi terminó de subir al Olimpo cuando compadreó a los holandeses. Franco hizo una maniobra arriesgada —“Franco just divebombed. What is he doing?”, decía su compañero Alex Albon, enojado—, pero así pasó el puesto 12 al 9 en una sola curva. Todo legal. Después le reconocieron su mérito. El que no arriesga, no gana.
El caso Colapinto, al menos hasta ahora, es una suma de aciertos comunicacionales: un joven que se esfuerza y supera los obstáculos. Que toma riesgos, que vence el miedo. Que se muestra humano, que no mira a los demás desde el panteón de los héroes. Simple, sencillo, espontáneo, humano. Back to basics: así se construye una marca personal.
Ilustración: gentileza de GMAI
Por Juan Iramain
Partner y Socio en INFOMEDIA
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